Este artículo apareció originalmente en el blog del Laboratorio de Aprendizaje de USAID.

por Lori Ashford con la colaboración de Soumya Alva y Reshma Naik

La mayoría de los proyectos mundiales de salud y desarrollo incluyen un componente de fortalecimiento de la capacidad, pero ¿hasta qué punto miden bien si se logró una mayor capacidad y los determinantes subyacentes del rendimiento? Las actividades de desarrollo de la capacidad (los insumos) deben conducir en última instancia a una mejora del rendimiento (el resultado). Pero ¿cuáles son las mejores herramientas e indicadores para medir los productos -la capacidad adicional- que conducirán al resultado de rendimiento?

Para responder a esta pregunta, el Acelerador de Conocimientos MOMENTUM, uno de los seis premios mundiales del programa MOMENTUM financiado por USAID, realizó una revisión del panorama y colabora con los países para acelerar las mejoras en los servicios de salud materna, neonatal e infantil.

Deficiencias de las herramientas existentes

El estudio puso de manifiesto que la mayoría de las herramientas existentes se quedan cortas a la hora de medir las numerosas dimensiones de la capacidad que son fundamentales para alcanzar los objetivos finales de una entidad. Por ejemplo, las herramientas:

• Tienden a centrarse en las organizaciones y excluyen otras unidades de análisis, como los sistemas, las redes y las comunidades que influyen en los resultados sanitarios.
• A menudo se basan en la autoevaluación y utilizan poco las pruebas.
• Se centran en la capacidad latente (potencial) más que en el rendimiento y aportan poca información sobre los determinantes subyacentes del rendimiento.
• A menudo no están vinculadas a una teoría explícita del cambio.
• Suelen ser inadecuadas para entornos muy complejos en los que los sistemas están descentralizados, las tareas no son sencillas y las interacciones son dinámicas y pueden variar en función de la situación.

Comprender la "capacidad" y su relación con el rendimiento

Para medir eficazmente la capacidad, debemos comprender sus atributos. En esencia, la capacidad implica la habilidad para hacer y lograr cosas y hacer cambios según sea necesario, y el desarrollo de la capacidad implica identificar y abordar las áreas de rendimiento que necesitan mejoras. Una dimensión importante del desarrollo de la capacidad es mejorar la resiliencia. ¿Por qué resiliencia? Porque permite a las personas, las organizaciones y los sistemas prosperar en entornos complejos e impredecibles, es decir, anticiparse a los riesgos, hacer frente a la adversidad y recuperarse oportuna y eficazmente.

La capacidad puede entenderse como los atributos que permiten a un actor que trabaja a cualquier nivel (sistema, organización, comunidad o individuo) desempeñarse bien en condiciones de gran complejidad. Idealmente, el desarrollo de capacidades también crea "capital social" -es decir, cohesión social, confianza y un sentido de misión compartida- porque es una fuente de vitalidad, crecimiento y eficacia para las entidades que promueven la salud pública.

Elegir las medidas de capacidad adecuadas

Se necesitan medidas apropiadas que capten el papel de la resiliencia, la mejora del rendimiento y la capacidad a diversos niveles (individual, comunitario, organizativo y sistémico) para examinar el efecto del fortalecimiento de la capacidad de las organizaciones que trabajan en entornos complejos. Estas medidas deben ser fiables, fáciles de usar y capaces de producir resultados procesables. Deben centrarse en los efectos de las intervenciones y las actividades de los programas sobre los resultados, el rendimiento y las nuevas soluciones, utilizando métodos de seguimiento poco complejos para recopilar y analizar la información. Los cuatro tipos de medidas implican recopilar pruebas de:

• Entidades a nivel de organización, como organizaciones locales asociadas que modifican los programas para reflejar mejor las normas sociales, valores, creencias y prácticas imperantes a nivel local que influyen en los resultados sanitarios.
• Entidades a nivel de sistema, como centros de atención sanitaria u ONG locales que se dedican a la promoción de la atención sanitaria o la prestación de servicios, que modifican los programas para reflejar mejor las normas, valores, creencias y prácticas sociales imperantes a nivel local que influyen en los resultados sanitarios.
• Trabajadores sanitarios que utilizan las opiniones de los clientes u otros para mejorar el alcance, la cobertura o la eficacia de los programas.
• Instalaciones de prestación de servicios basados en la comunidad que utilizan las opiniones de los clientes u otros para mejorar el alcance, la cobertura o la eficacia de los programas.

Los enfoques de recopilación de datos para estas medidas pueden adaptarse en función de la naturaleza de las actividades y los sistemas del proyecto, así como de los recursos disponibles. En algunos casos, puede implicar cuestionarios y respuestas mientras que, en otros, una simple revisión de descripciones escritas. Es importante destacar que los indicadores propuestos se centran en prácticas que, cuando se realizan con regularidad, están directamente relacionadas con mejoras en la calidad, la cobertura y la eficacia de los programas.

Lecciones sobre la evaluación de la capacidad

La revisión también identificó importantes lecciones sobre la evaluación de la capacidad, extraídas de un estudio que examinó las experiencias de 20 ONG que aplicaron una herramienta de evaluación de la capacidad, la Autoevaluación Orientada al Debate (DOSA), durante cuatro años.

La herramienta o metodología de evaluación debe

1. Integrarse en un proceso más amplio de transformación que implique el establecimiento de prioridades para el desarrollo de capacidades, la planificación de las actividades y la medición de los resultados.
2. Basarse en una teoría del cambio coherente con la misión y los objetivos de la entidad.
3. Arrojar luz sobre las causas del bajo rendimiento, que podrían incluir conocimientos o capacidades inadecuados, así como escasa motivación, falta de incentivos, escaso apoyo de los supervisores, recursos insuficientes u otros factores.
4. Ayudar a los usuarios a identificar cómo se relacionan entre sí las distintas capacidades (por ejemplo, prestación de servicios, relaciones externas y gestión estratégica) para mejorar el rendimiento global.
5. Promover un diálogo enriquecedor entre los participantes. Esto mejora enormemente el proceso de evaluación, ya que los conocimientos adquiridos pueden fomentar el aprendizaje y crear una visión compartida que oriente las decisiones futuras. El diálogo crea capital social, lo que a su vez mejora el rendimiento de las entidades impulsadas por una misión.

Unas herramientas de evaluación de la capacidad bien diseñadas son en sí mismas parte del desarrollo de la capacidad; las herramientas deben ayudar a los participantes a pensar críticamente sobre el qué y el por qué del rendimiento. El proceso de evaluación debe ayudar a los usuarios a crear un entorno propicio para la demostración constante y continua de la capacidad. Un resultado importante de la evaluación de la capacidad es el aprendizaje, piedra angular de la resiliencia y la capacidad de adaptación.

Y, hablando de adaptación, cada proyecto debe desarrollar sus propios enfoques e indicadores de evaluación, específicos y adaptados a sus objetivos generales. Si el personal del programa que desarrolla estas herramientas incorporara muchas o todas las lecciones de esta revisión del panorama, las iniciativas de desarrollo de capacidades serían más eficaces.

Este blog se basa en el trabajo de Beryl Levinger. Para obtener más información, lea el documento completo de MOMENTUM titulado Measuring and Assessing Capacity: A Landscape Review (2021).